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Un nuevo discurso

Silverio Pérez 

De la misma forma en que los árboles que tienen alguna raíz en tierra han comenzado a reverdecer, los puertorriqueños enraizados en la esperanza de un nuevo Puerto Rico tenemos que reverdecer con un nuevo discurso que haga realidad lo que predicamos. Por discurso me refiero a lo que decimos a diario, espontáneamente, pero también lo que articulamos en columnas, comparecencias, discusiones y, tal vez más importante aún, en lo que no decimos.

 

Me quisiera referir en particular a la izquierda de nuestro país. Hace tiempo que esos términos “izquierda” y “derecha” dejaron de tener sentido pues desde la Guerra Fría ser independentista era equivalente a ser comunista, aunque entre los independentistas hubiesen personas de ideas muy conservadoras. De la misma forma a los estadistas se les endilgó el ser derechistas, aunque debemos reconocer que hay muchos que creen en la estadidad y son mucho más progresistas que reconocidos estadistas.

 

Así que para entendernos mejor, en esta reflexión me refiero a “la izquierda” como todo ese espectro anticolonialista que ubicamos en su mayoría en una parte del Partido Popular, algunos en el Partido Nuevo Progresista, y en su mayoría en los reconocidos grupos independentistas del país. A este sector de “izquierda’ parece que María les comió la lengua. No se oyen, ni con sus palabras ni con sus acciones. Y no desmerezco actos significativos de uno que otro líder en acciones solidarias con los afectados por el huracán pero en términos generales hay un silencio ensordecedor.

 

Ese silencio podría significar que si no es en la contienda política, y en los issues adversativos, no tenemos nada que decir. ¡Es ahora que tenemos que decir, proponer y hacer! María nos deja un borrón y cuenta nueva, un lienzo en blanco en el que no hemos trazado ni una sola línea creativa, nueva, innovadora, inspiradora, que no sea lo que ya estamos acostumbrados a decir.

 

La colonia ha quedado al desnudo, la Junta de Control Fiscal pide más poderes antidemocráticos, el gobierno y el Congreso de los Estados Unidos demuestran un trato desigual, despectivo, discriminatorio, ofensivo, y el silencio de un amplio sector del país respecto a propuestas constructivas aterra. Darle contenido en este momento a lo que verdaderamente significa la soberanía, no solo en términos políticos, sino alimentarios, culturales, ambientales, sociales, con la palabra y con la acción le daría opciones a nuestro pueblo para llenar ese vacío que ahora ocupa la desesperanza.

 

Nos estamos quedando sin patria, se nos va en estampida la población, y si no es enarbolando la mono estrellada y cantando Verde Luz no tenemos nada más que decir. Las iniciativas de autogestión que han surgido en diversas regiones del país, el interés de la diáspora, las propuestas de organizaciones como el Centro para la Nueva Economía, de economistas como José Caraballo Cueto, Marcia Rivera, por  mencionar solo algunos, deben ser parte de un rediseño de ese discurso que sea el fundamento para el Puerto Rico que necesitamos reconstruir ya.

 

El estadoísmo y el autonomismo se han quedado sin argumentos. Los estadistas se han aferrado a la lluvia de fondos federales como lo único que le pueden vender al pueblo como sinónimo de la estadidad, aunque eso signifique acabar con la manufactura en el país como ya sucedió con la empresas 936. El autonomismo está metido en la cueva ocultando su vergüenza ante el desmantelamiento del proyecto de 1952. Y un pequeño, exiguo, grupo de la extrema izquierda actualiza el planteamiento de Vladimir Lenin sobre La enfermedad infantil del izquierdismo" en el comunismo  -que se deben releer en las Obras Escogidas de Lenin publicadas por ediciones en Lenguas Extranjeras, de Moscú, en 1948-, cuando arremeten contra el exitoso dramaturgo y actor boricua Lin Manuel Miranda en su reciente comparecencia en la Universidad de Puerto Rico cuando vino a ofrecer su musical Hamilton para ayudar a su país, acusándolo de haber favorecido a la ley Promesa. Ese protestar por protestar, esa capacidad de atacarnos y dividirnos por diferencias de criterios, esa demonización de aquel que no piensa como yo, es peor que los vientos de María. Urge un nuevo discurso que tienda puentes, que haga propuestas viables, que construya, que de esperanzas. Si no, nos quedamos sin patria.

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Esta crónica es parte de una serie de 24 crónicas que publicaremos cada semana en inglés y español, www.24semanas.org. 

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